Mis Amigos

jueves, 28 de febrero de 2013

Aquellas nevadas de Jaca





Al ver por la tele y también  las distintas fotos que mis amigos jaqueses han colgado en las redes sociales sobre las pasadas nevadas de este frío y borrascoso invierno en Jaca,  han acudido a mi mente,  casi como un flash  con bastante  nostalgia y una sonrisa pícara   aquellos juegos que improvisábamos los críos sobre el blanco manto que cubría las calles y envolvía el paisaje de Jaca.

Hace ya demasiado tiempo –años-  que no veo nevar; De hecho, ni me acuerdo de cuando fue al última vez que mis ojos vieron caer una nevada como la acontecida en este singular invierno jaques;  desde que me tuve que alejar por las circunstancias de la vida de Jaca , –allá por 1967-, no he podido coincidir nunca,  ni compartir,  un invierno aquí,   por tanto solo en mi memoria, -atesorada y recogida en los  años de mi infancia-  perduran aun aquellos recuerdos de aquellas  nevadas formidables y sorprendentes…
Entrecierro mis  ojos, y los recuerdos me llevan a uno de aquellos días en que salíamos del colegio, mirábamos hacia un cielo  maquillado  de un rosado blanquecino -plomizo,  el aire ni siquiera se movía y la temperatura aunque muy fría apenas hacia mella en nuestros cuerpos, aclimatados a aquella latitud y esas temperaturas normales allí en la época invernal

-¡¡Va a nevar... Va a nevar!!-  esa era la sensación que bien conocíamos y notábamos en cuanto percibíamos esa  atmósfera, sin duda conocíamos perfectamente el escenario y ese ambiente que el cielo nos regalaba  en esos instantes exactos; la temperatura a esa hora  había caído por debajo de cero y había estado todo el día lloviznando aguanieve,  se preparaba una gran nevada sin duda.

La nieve no tardó demasiado en aparecer; primero unos minúsculos copitos se agitaban en la brisa  como preludio de los que un poquito más tarde  llegaría;   copiosos y grandes copos sustituyeron a sus hermanos minúsculos, y   no tardarían en engalanar de blanco los tejados y  calles de Jaca y de dibujar  y trazar un  inmaculado  manto sobre  el paisaje;   la gran  Peña Oroel,  las montañas colindantes de toda la  Jacetania y  la cadena pre-Pirenaica, con Collarada como capitana,  se enfundaban y engalanaban con su manto inmaculado blanco  invernal .

Para nosotros, los niños de entonces, -rudimentarios hasta la saturación- una nevada así, medio metro y a veces hasta casi dos, era un regalo sublime de la Naturaleza; Nos encantaba perfilar surcos sobre el blanco nítido y suave de la nieve; las calles y aceras se  habían extraviado o no existían;   trazar auténticos  laberintos con pasillos de tabiques de nieve sin sentido en la pradera blanca que se formaba en nuestro patio, e inventar las más disparatadas aventuras  dignas de audaces cosacos bolcheviques sobre la estepa  blanca recién creada en nuestro entorno.

Con dos cañas de escobas de barrer (de las de antes, de auténtica caña “gorda”) y un cajón de madera de embalaje de frutas, los niños del pasado siglo,  inventamos y construimos los mejores y más veloces trineos  de  la historia –tracción humana-;  con bastante  ignorancia del peligro,  mucha temeridad y  osadía sin límite, fuimos sin saberlo y sin pretenderlo los primeros   expertos e  intrépidos  “bobsleighs”  (Deporte Olímpico, de descenso de trineos)

Nuestra especialidad consistía, con nuestro singular y extravagante trineo,  en deslizarnos  por las calles, pendiente abajo ,  o en largas  laderas  de monte hacia abajo,  sin frenos y sin paracaídas:  Algunas veces, (casi todas)   “aterrizábamos como podíamos”   en los zarzales, otras en charcos helados que se resquebrajaban y rompían cuando nos recibían, otras chocando contra montículos o pedruscos y que nos escupían al aire, dando varias vueltas de campana, y otras en las que el trineo, evidentemente,  al no estar diseñado por ningún ingeniero de "Ferrari," simplemente se desintegraba por la velocidad y las vibraciones descontroladas;  frenar  era otra  dificultad mas añadida, y siempre mirando de reojo, que no se cruzara un árbol  en el camino y trayectoria  elegida por la inercia del propio trineo: no teníamos noción del peligro, eso no existía en nuestro vocabulario.

Había otra opción; consistía en atarnos los anoraks, o bolsas de plástico a la cintura y sentarnos sobre el mismo; el deslizamiento y velocidad eran parecidos,  pero en este caso “la carrocería” -nuestro trasero-  si había algún obstáculo sobresaliente que no hubiéramos apercibido, acababa bastante magullado, a veces con carcajadas incontroladas al hacer impacto sobre el llamado “hueso de la risa” que se encuentra en “sacro” lugar... (Lo digo por experiencia).

Lanzarnos rodando por la pendiente del Ferial y acumular durante  la caída toda la nieve que se adhería a nuestro cuerpo, formando auténticas bolas de nieve humanas, o hacer mini-poblados de pequeños iglús escarbados sobre la nieve donde nos escondíamos en nuestros juegos: tallar toda clase de figuras  plasmadas en monigotes y muñecos de nieve compacta, con su nariz de zanahoria sombrero de paja y la escoba de fusil,  o las guerras a bolazos de nieve en los glacis,  entre las diferentes pandillas del instituto o grupo escolar..

Recuerdos que vuelvo a saborear estos días, gracias a la tecnología de hoy,   viendo las fotos de mi querido pueblo; siempre añorado, siempre amado y siempre suspirado, su hechizo pervive para siempre en el corazón de quien lo ha conocido  y disfrutado.. y yo puedo decir que fui un privilegiado con aquellas vivencias.



                                    Este  es un pequeño reportaje de las nevadas en Jaca de este pasado mes de Enero del 2013.... casi igual, pero 50 años después... algo ha cambiado, pero  todo sigue siendo increíble allí...