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miércoles, 21 de noviembre de 2012

otoño y setas en Jaca


1960: Es otoño en Jaca:

El paisaje comienza a adquirir sus característicos sabores y colores otoñales; Sus montañas se tiñen de matices excepcionales, las últimas lluvias de Septiembre y Octubre han regado y empapado profundamente sus laderas y dejado sus bosques impregnados de la humedad justa para que de su frondosidad retoñen de nuevo las setas y hongos amagados durante el resto de las estaciones del año..
Es el momento ideal para salir a buscar setas: Hasta ese momento, yo con apenas ocho años y pico de edad, no había ido nunca a coger setas; Mi padre y mi hermano Sergio eran los que siempre lo habían hecho y quienes traían a casa cada año cestones inmensos de ellas: casi siempre las recolectaban en la ladera norte de Rapitán, justo cerca de Castiello de Jaca; mi madre las aliñaba y cocinaba con su delicado toque en el vetusto y achacoso fogón de leña de nuestras casas militares.

Recuerdo que mi hermano Sergio me llamó; -¿Tote, quieres venir a buscar setas-? … yo estaba jugando con unas canicas de barro que había comprado el día anterior en “la Casita”, y ni me lo pensé; -¿Dónde me llevas Tate? -¿vamos a la montaña-?, para mi era una aventura y un orgullo salir con mi hermano mayor a la montaña a buscar setas, (por otra parte lo mas lejos que había ido yo por entonces era al rio Aragón cuando íbamos a bañarnos con mis padres y el resto de la familia):

Me puse las botas de agua, pillé una mochila y me subí de paquete en el asiento trasero de nuestra semi-nueva bicicleta azul, (único y por aquél entonces todo un lujo de medio de transporte) mientras mi hermano pedaleaba con soltura y periciaentre las calles de Jaca; pasamos al lado del Gran hotel, luego la carretera de Francia y después hacia el árbol de la Salud… No se hizo muy largo el trayecto: enseguida comenzamos el puerto de Somport y nos adentramos entre montañas; cerca ya de Castiello mi hermano dejó la bicicleta apoyada en una caseta que había al lado de la carretera, cruzamos la carretera hacia la montaña y de pronto nos vimos metidos en un oscuro túnel; apenas se veía la boca de salida del otro lado: yo iba temblando, abría todo lo que podía los ojos, casi se me salían de las órbitas, buscaba la mano de mi hermano a tientas; él iba muy seguro, hablándome de que por allí había animalejos de los que yo nunca había oído hablar, pero que con él, a mi lado no me atacarían… eso me aliviaba, a mi tierna edad imaginaba los mas atroces y raros bichos revoloteando por la caverna, quería atravesar cuanto antes ese túnel con el que no contaba de antemano; además también discurría a nuestro lado aunque sin verlo, tan solo oírlo e intuirlo, el cauce de un rio que ayudaba mas a fantasear mis miedos.

Cuando salimos por la otro boca, de pronto, el paisaje me sobrecogió; entramos en un frondoso bosque de pinos, lleno de musgo y hierba alta; casi no veía donde ponía los pies, estábamos en semipenumbra, no había sendas ni pisadas; seguía las huellas que Sergio aplastaba en la hierba , mientras subíamos la ladera hacia la luz; a veces me tenia que ayudar a subir los repechos que yo no podía superar; por la velocidad que imprimía íbamos directos a un lugar que sólo él conocía, o en el que ya había estado antes, no había duda, ya que ni siquiera miraba, ni por casualidad si nos dejábamos alguna seta atrás, -venga Tote, que ya falta poco-, -un poco mas y ya verás- me decía para animarme.

De pronto llegamos a una parte del monte semiplano, donde el sol entraba con más facilidad, los pinos eran mas desiguales y la vegetación mas escasa… entre la hojarasca del suelo de color parduzca, se adivinaba, lo que a mi se me me antojaban unas manchitas grises oscuras de diferentes tamaños; -quieto, estate quieto- -no pises ahí-, me soltóde golpe… -¿ves?.. Todo eso son setas, y eso, y eso y aquello,- estábamos rodeados de una autentico vergel de setas, todas juntas, todas formando un entramado gris oscuro, y en una cantidad increíble, yo nunca había visto ni me había imaginado algo parecido; creía que las setas se cogían una a una en cada pino, pero nunca en manadas así.

Me enseñó a recolectarlas, -¿ves?- -levanta la hojarasca así, la cortas con cuidado por la base, y la colocas con suavidad en la mochila-; a cada metro que nos movíamos, había otro bosquecillo de setas, era un mina, no había fin, sin duda era un sitio idóneo donde siempre se daban ese tipo de setas y mi hermano y mi padre lo conocían de siempre.

Sin prisa, poco a poco, con mucha paciencia y no menos a satisfacción íbamos llenando y apurando la mochila hasta rebosar; hubiéramos podido llenar tres o cuatro mochilas más si las hubiéramos llevado, estaban a rebosar en ese punto la montaña.

Sin duda ese día y los siguientes, tuvimos setas en nuestro menú diario, y dicho sea de paso, de la manera que las guisaba mi madre, con su toque especial exquisito y el fuego de leña aun tengo el regusto y el sabor en la boca como si hubiera sido ayer mismo…
Así fue como descubrí por primera vez como son las setas en su hábitat, el suave y agradable aroma a monte que deja impregnado en las manos mientras las acaricias al cogerlas, y el encanto y la aventura de atravesar los bosques y descubrirlas de la mano de mi hermano, es por eso que este articulo lo incluyo como uno de mis mas bonitos recuerdo de Jaca.

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